31 de diciembre de 2008

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"Estoy aquí, la brisa acaricia mis cabellos, y yo voy a tientas en la noche porque he perdido mi hilo, ese que te di a ti, Teseo"
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Antonio Tabucchi, Se está haciendo cada vez más tarde.
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Al finalizar el año, deberíamos hacernos cada uno su calendario real “a posteriori”, con las fiestas, los reveses, los eventos acaecidos, etc.

Yo nunca creí en las rayas, tanto si eran paralelos y meridianos, como si eran fronteras, cumpleaños o fechas como éstas, por ejemplo, que separan un año del siguiente.

Me parece que un día es igual a otro, y si es distinto es por algo de lo que NO avisaban precisamente en el calendario.

Sin ir más lejos, tal día como hoy murió mi madre hace seis años, de improviso. Imaginaos el tanatorio.


Bueno, pues ese día fue diferente para mí. Y no, porque fuese Nochevieja.

Pues, eso. Que lo esencial no viene en los almanaques. Y que sea el día del mes que sea, se llena de lágrimas o de pétalos olorosos sin el permiso de lo convencional.

Esos, los días-sorpresa (para bien o para sufrir) son -de todo el año- los que al final tendrán personalidad propia.

Estos otros, pretenden ser lo que no son. Tener una importancia que les dan los mercados (cada vez, más invasivos), ajena a la vida de cada uno particularmente.

Una vez aclarado que -para mí- los días importantes son otros, yo os deseo que de éstos últimos (de los reales) podáis hacer un hermoso ramo para el año que viene. Y a poder ser, con poquitas espinas.

La canción de Sisa, a mi entender, viene a decir lo mismo. Por cierto, la voy a dejar un tiempito. Se trata de un icono tan importante...


Codorníu.
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27 de diciembre de 2008

Qualsevol día pot surtir el sol

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Oh! Benvinguts, passeu, passeu.
De les tristors en farem fum.
A casa meva és casa vostra,
si és que hi ha casa d’algú.
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.....................Jaume Sisa.
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Amigos... hoy, este blog hace un año.
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Según ha ido creciendo he podido comprobar que tiene aspecto de casa con ventanas donde los renglones crujen con nostalgia de peldaños antiguos. De ahí buena parte de los sonidos que la acompañan.
.Oh! Bienvenidos, pasáis, pasáis.
Gracias a vosotros veo la botella medio llena; aunque esté vacía. Y también gracias a vosotros, el cielo es azulísimo, y el sol se cuela entre las rendijas de las persianas y acaricia mi piel.
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A lo mejor es un decorado, me dice el que pone la música y cuelga las fotos. Pero, no. Qué leche. Es una casa cuesta arriba, que comenzó con trazas de ser un río aguas abajo. Una casa con ropa colgada en su fachada, como las casas que tienen familia numerosa y que no dan abasto a tender. Y entre tanta ropa, cómo no, siempre ondea alguna que otra bandera del sesenta y ocho, un poco oscurecida por el dolor y la pena. Familia y banderas, que se sostienen por vosotros; que siempre estuvisteis ahí y sois los grandes pilares más o menos invisibles de sus muros de carga.
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Por cierto, no es una casa a la intemperie que se deja ir en brazos de la especulación sin importarle nada. Que quede claro. Aquí no hay desconchados, ni óxido ni cierto tono gris que forma parte de otros mundos más tétricos. Aquí hay una casa en la que hay días que se despierta con los cristales rotos y los mismos fantasmas de ayer a la noche sentados en los bancos de la entrada, esperando. Porque por desgracia siempre hay algo sospechoso en el aire que casi empuja a tener frío. Pero no hay callejones ni reverso del decorado ni ruido de persianas que se desploman ni cuchicheos.
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Y el silencio de aquel -que sentado en una banqueta a la puerta no parece tener ganas de hablar ni nada que decir-, es tan sólo un mal momento del maniquí, una obra colocada para darle ambiente a la calle.

Amigos, en un día como éste, tienen mucho sentido para mí las palabras de este escritor nacido (por azar) en Santiago de la Vega, Cuba, aunque no sea un dato muy conocido:

«
El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo jamás en su entorno.

La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio
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.............................Italo Calvino, "Las ciudades invisibles"

Gracias, pues, por dejarme hacer que lo vuestro dure, por permitirme darle espacio, y porque no me haya roto los morros a tan temprana edad.

Codorníu.
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(Oh! Bienvenidos, pasaz, pasaz... De las tristezas haremos humo. La casa mía es vuestra casa, si es que hay casa... de alguien.)
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23 de diciembre de 2008

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............................ y en especial a vosotros, mi familia virtual, que me
.........................habéis dado tanto... (permitidme que no os cite uno por
.........................uno, sería imperdonable que -en un descuido- dejase un
.................... daño involuntario a alguien) y que ya sabéis quién sois...
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.........................De corazón, un abrazo inmenso.
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................................................................................... Codorníu.

19 de diciembre de 2008

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Saigón, mierda, aún sigo solo en Saigón. A todas horas creo que me voy a despertar de nuevo en la jungla.
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Cuando estuve en casa durante mi primer permiso, era peor, me despertaba y no había nada, apenas hablé con mi mujer, salvo para decirle «sí» a su petición de divorcio.
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Cuando estaba aquí quería estar allí, cuando estaba allí no pensaba más que en volver a la jungla.
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...........................Apocalypse Now, Francis Ford Coppola.
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Eran las nueve y media de la noche.
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Vamos a cerrar, dijo el camarero.
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¿Puedo tomar otro Havana antes de irme?
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El tipo negó con la cabeza.
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Espero a alguien, insistí.
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(Charlaba con él con disimulo, intentando juntar un pequeño montón de servilletas de papel a mis pies)
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Es tarde, respondió secamente; a mí sí que me esperan en casa.
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Eso me cortó el rollo. Pagué las consumiciones -uno no sabe nunca contar bien lo que debe a partir de una raya-, y me dirigí a la salida, despacio, repasando las vueltas.
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Al dejar el local, agonizaba la voz de Leonard Cohen en el vinilo...
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Con aquel chisporreteo de fondo, el camarero se despidió de mí: Felices fiestas, dijo.
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No respondí, un nudo me comprimía la garganta.
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Introduje las manos en los bolsillos, los llevaba repletos de bolitas arrugadas. Miré a izquierda y derecha: decenas de bombillas trenzaban un dosel de luz por encima de mi cabeza. Los escasos peatones que recorrían las aceras, lo hacían con prisa y cierto aire avergonzado.
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Todos los años, la noche de Nochebuena salgo a pasear por la calle a esas horas con las manos en los bolsillos. El día que se den cuenta, me detienen, o me encierran. Es como si ensuciase el paisaje en medio de la iluminación navideña. Qué cosas... no saben que me da igual.
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Y es que a mí me gustaría tanto estar en otra parte.
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Codorníu.
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18 de diciembre de 2008

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Siempre habrá recuerdos que no se desvanecen. La memoria guarda las preguntas que nos hicimos cuando niños; preguntas que no fueron respondidas, que están ahí, que siguen ahí...

Yo las he dejado ya por imposibles. Además, no todos volvemos de igual manera por el camino andado y, en mi caso, aquellas preguntas de niño han crecido, y hoy son como escalones de un faro: altos, numerosos, desafiantes...

Al ir terminando el año, empiezo a inventariar este antiguo repertorio, y resulta que ya de entrada tengo dudas sobre si la vida empieza con el nacimiento o cuando sabemos que vamos a morir. Y tengo más: si me dará tiempo a frenar estas prisas demenciales para estar mucho más tiempo con aquellos seres que amo. O si mi ventana seguirá abierta -hasta el último día- para la esperanza de llegar a juntar las dos partes que hay en uno mismo, reduciendo la brecha interior que tanto muerde en el alma.

He metido todas estas dudas en una caja de botellas, y no sé si echarlas al mar cuando vaya en verano. Porque cada vez se me acumulan más dudas sin resolver, más ruinas, más nostalgias y más recuerdos. Y cuando desande mi camino, igual tengo que ir tropezando y saltando cajas y cajas de preguntas.

Así que he pensado que lo mejor es creer que todo pasó como debía; y que en el fondo existe una sola certeza: haber vivido un año más.

Qué os traigan mucho cariño.

Codorníu.
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12 de diciembre de 2008

Ahí arriba, en las noches frías, junto a la luz, hay un agujero tentador para volver al mundo, quiero decir, a la vida posible, a la "piedra pequeña como tú" de León Felipe, a la penúltima casilla del juego (nunca la última), al mercado de siempre donde me hablan y les hablo a los otros, al sueño atigrado que Borges nos decía en sus escritos, a los párpados desplomados por el cansancio y a las brumas de invierno en el Cantábrico bajo el letrero intraducible de la taberna que etiqueta mis otros yoes.
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Hacia abajo está el mutismo de los mercados acodado a mi alrededor, el razonamiento final del que dirige, el fractal que está durmiendo matemáticamente cerca, la tenaza en el estómago cada madrugada que sigue a cada noche; incluso cualquier absurda tentativa de coger una mano que no es tuya (y lo fue), o las consecuencias no despreciables de perder aquella canica preferida en una alcantarilla del destino.
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Con las palmas de las manos pegadas al cristal, ahora miro/ahora no miro a través de la brecha... Percibo eso que aún está aquí (entre nosotros) para que podamos vernos en espejo adelantándonos a un punto del futuro donde ya no estaremos... Siento tu boca de liquen que resbala jugosa e imposible por mi mente... Recuerdo la valiosa aparición de un tal Alberto Caeiro...
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También agradezco la bisagra donde el alma de la mosca y la mía son semejantes, el modo sutil de expresarse en la urgencia (Malecón solo hay uno y está en Cuba), ese encogimiento de hombros que inventó el mundo -el sueño histórico de siempre, nunca mejor dicho, existe-, las servilletas de papel...
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Y -sobre todo- lo que tú me dices... piedra pequeña. Eso, lo que más.

Gracias.

Codorníu.


7 de diciembre de 2008

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LA INMORTALIDAD
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Nunca he tenido dioses
y tampoco sentí la despiadada
voluntad de los héroes.
Durante mucho tiempo estuvo libre
la silla de mi juez
y no esperé juicio
en el que rendir cuentas de mis días.
Decidido a vivir, busqué la sombra
capaz de recogerme los veranos
y la hoguera dispuesta
a llevarse el invierno por delante.
Pasé noches de guardia y de silencio,
no tuve prisa,
dejé cruzar la rueda de los años.
Estaba convencido
de que existir no tiene trascendencia
porque la luz es siempre fugitiva
sobre la oscuridad
un resplandor en medio del vacío.

........................................................... .../..
Y de pronto en el bosque
se encendieron los árboles
de las miradas insistentes,
el mar tuvo labios de arena
igual que las palabras dichas en un rincón,
el viento abrió sus manos
y los hoteles sus habitaciones.
Parecía la tierra más desnuda
porque la noche fue
como el vacío
un resplandor oscuro en medio de la luz.

Entonces comprendí que la inmortalidad
puede cobrarse por adelantado.

Una inmortalidad que no reside
en plazas con estatua
en nubes religiosas
o en la plastificada vanidad literaria,
llena de halagos homicidas
y murmullos de cóctel.
......................../..

Es otra mi razón. Que no me lea
quien no haya nunca visto conmoverse la tierra
en medio de un abrazo.
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La copa de cristal
que pusiste al revés sobre la mesa
guarda un tiempo de oro detenido.
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Me basta con la vida para justificarme.
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Y cuando me convoquen a declarar mis actos
aunque sólo me escuche una silla vacía
será firme mi voz.
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No por lo que la muerte me prometa
sino por todo aquello que no podrá quitarme."
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.............................. Luis García Montero



2 de diciembre de 2008

Con diferencia de pocas horas hemos pedido a dos grandes figuras de la música: el cantautor catalán Joan Baptista Humet, y el vasco Mikel Laboa.
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Humet, autor de canciones como "Clara", "Que no soy yo" y ésta que suena de fondo en el blog, fallecía ayer en Barcelona a los 58 años. Perdía la batalla contra el cáncer de estómago que venía librando desde hacía casi dos años. Sus compañeros: Serrat, Lluís Llach, Marina Rossell y tantos otros le estaban preparando un homenaje que no llegó a tiempo.

Más sorpresa ha causado la muerte de Mikel Laboa, uno de los más sólidos referentes de la cultura vasca que fallecía en la madrugada del lunes, en el Hospital Donostia de San Sebastián en el que había ingresado de urgencia cinco días antes.

Joan Baptista Humet Climent había nacido el 4 de enero de 1950 en la localidad valenciana de Navarrés, donde sus restos recibirán sepultura hoy.

Con 74 años fallecía Mikel Laboa. Con él desaparece un de las mayores y más respetadas figuras de la música vasca; para muchos su verdadero patriarca, y su más capacitado valedor. En apenas dos semanas Laboa tenía previsto recoger la Medalla de oro de Gupúzcoa, el máximo galardón de la diputación Foral.
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Nuestra generación los recordará con mucho cariño.
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Codorníu
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