Somos símbolos, que habitamos símbolos.
Ralph W. Emerson
La soledad levanta olas enormes, salta distancias infinitas, remueve los fondos limosos del pantano. Hay mucho tiempo para leer y releer esos renglones a mano del corazón, que testifican la insensatez repetida en mil ocasiones, hasta soliviantar emociones que parecían escondidas y olvidadas. A veces no me atrevo a seguir, me muevo por la linde, midiendo mucho; precavido, desconfiado... Consciente que, como decía Saleta en una de esas raras ocasiones en que salía de su mutismo, la verdadera presencia solo se valora a través de la ausencia. Como siempre, la puñetera, pegándose a la piel de mi memoria como el salitre.
Ralph W. Emerson
La soledad levanta olas enormes, salta distancias infinitas, remueve los fondos limosos del pantano. Hay mucho tiempo para leer y releer esos renglones a mano del corazón, que testifican la insensatez repetida en mil ocasiones, hasta soliviantar emociones que parecían escondidas y olvidadas. A veces no me atrevo a seguir, me muevo por la linde, midiendo mucho; precavido, desconfiado... Consciente que, como decía Saleta en una de esas raras ocasiones en que salía de su mutismo, la verdadera presencia solo se valora a través de la ausencia. Como siempre, la puñetera, pegándose a la piel de mi memoria como el salitre.
Hoy se me empaña la vista ante el retrato sepia de nuestras vidas, cuando ya cada vez va siendo más evidente que no puedo hacer nada. Tampoco antes podía, sin apenas vida real a qué engancharme, como ahora sospecho. La posibilidad de que mi persona se fragua con la misma naturaleza que los sueños es un pensamiento reciente.
¿Qué puedo hacer ahora salvo entregar mi yo a lo que surja de este lado del espejo donde la existencia es sin forma?
Codorníu.