7 de mayo de 2018

En un campo 
soy la ausencia de campo.
 
Así sucede siempre.

Donde quiera que esté
soy aquello que falta.
 
(Mark Strand, 26 poemas tempranos)


Cuando oí que me dijo «Donde siempre», por un momento se me fue la mente a mi Achuri. Pero enseguida me di cuenta que se refería a mucho antes, cuando yo volvía de Santiago y el 27 me dejaba cerca de Argumosa.

Cruzando el semáforo, sentí su voz que añadía: «En el octavo banco de piedra». Con esto último, aunque lo decía todo, no me decía tampoco mucho. 

Entre Saleta y yo las palabras se empleaban, únicamente ya, para concertar una cita muy especial, porque nadie me esperaba en el banco bajo ninguna forma física. 

Recuerdo aquellas veces que hablábamos en sueños en la plaza de Agustín Lara. Entonces me dijo que tenía que aprender a conocer lo desconocido, «lo que, siendo tú, no se conoce de sí mismo; aquello que no se puede definir de ninguna manera y bajo ningún formato».

Para nosotros -en este sueño que llamamos 'mundo'- lo que llamamos conocer es hacerle un traje individual a algo o a alguien. Ahora, eso ya no tenía sentido; aunque sí otro significado, el verdadero: sentir la Presencia consciente, sentir al Ser consciente de ser. Sentir que existes y que eres el espectador sin forma ni identidad propia.

Codorníu